La plaza de toros de Las Ventas es un monumento que, por su belleza y características, es capaz de eclipsar prácticamente todo lo que tiene alrededor. También es cierto que los edificios de su entorno no tienen nada de particular que nos haga desviar la mirada… hasta que recorremos unos pasos y nos encontramos con uno de los rincones más singulares de Madrid, y cuya existencia es desconocida para la mayoría.
Y es que en realidad es casi por casualidad como nos encontramos unas encantadoras casas de ladrillo visto, amplios miradores que sobresalen, columnas de hierro y forjados a la vista en las fachadas y detalles decorativos de estilo neomudéjar por doquier. Estamos hablando, por supuesto, de ‘Madrid Moderno’, un proyecto que se empapó de la arquitectura modernista, que llegó a tener su propia línea de tranvía hasta el centro y que hoy es solo el último recuerdo en pie de un sueño urbanístico.
Sus orígenes se remontan a finales del siglo XIX, cuando el empresario Santos Pinela y el arquitecto Julián Marín decidieron embarcarse en un plan onírico que pretendía crear una colonia de pequeños chalés adosados en La Guindalera, entonces parte del extrarradio de la capital. La idea era inmejorable: viviendas amplias, económicas y con todos los servicios (agua, alumbrado, alcantarillado…) incluidos.
Sin embargo, los inicios no fueron del todo sencillos. Las primeras casas comenzaron a construirse con el permiso del Partido Liberal, entonces en el gobierno… pero sin ningún tipo de licencia. Ello condujo a la paralización de las obras en 1881, cuando el Partido Conservador llegó al poder y decidió no renovar la autorización. Tras doce años de litigios, un nuevo contratista, Francisco Navacerrada Sánchez abonaba las multas, compraba lo levantado durante la primera fase y asumía la regularización de los permisos de construcción de los que carecía Santos Pinela.
Se reanudaba de este modo la edificación de este oasis modernista, llegando a completar casi un centenar de ‘hotelitos’ adosados. Incluso se añadió una zona de ocio a la colonia denominada Parque Rusia. Un conjunto, eso sí, que no convenció a todo el mundo y suscitó cientos de críticas, algunas tan duras como la de José Martínez Ruíz, alias ‘Azorín’, que definió ‘Madrid Moderno’ como un “pintarrajeado conjunto de muros chafarrinados en viras rojas y amarillentas, balaustradas con jarrones, cristales azules y verdes, cupulillas, sórdidas ventanas, techumbres encarnadas y negras”.
No fueron, sin embargo, estas críticas las que acabaron con la colonia. El rápido e incontrolado aumento de la población en Madrid llevó a la necesidad de construir grandes bloques de viviendas, que implicaron el derribo de muchas de las viviendas de estas casas. Aún quedan, sin embargo, vestigios irreductibles de este pasado no tan lejano. Construcciones que no nos cansamos de admirar una y otra vez.
Fotos: ©️ Beatriz Durán Balda (Madrid es Noticia)
Una vez más, y para que no se repitan algunos ‘crímenes’ como el de la Pagoda de Fisac, apelamos al reconocimiento de estas maravillas de Madrid, que aunque no salgan en las postales, tienen el mismo valor histórico que la multifotografiada Puerta de Alcalá.
Publicado originalmente en Madrid es Noticia